Nadie se cuestiona su historia, esa firmemente establecida, la que se muestra alrededor, la que envuelve como una barrera protectora de las historias de los demás y la que, al mismo tiempo, es una pantalla donde se proyecta el argumento que cada día se repite una y otra vez, con aparentes giros en el guión pero siempre con igual final.
Nadie se cuestiona su historia porque eso supondría reconocer la falsedad de la misma, la constatación de su fragilidad, el reconocimiento de que sostenerla supones un desgaste inasumible para cuerpo y alma.
Nadie se cuestiona su historia y, sin embargo, todo el tiempo se está cuestionando, en cada suspiro de infelicidad, con cada gota de tristeza, en cada latido de sufrimiento, la historia rasga su denso velo y permite asomarse por un breve instante a la luz de la auténtica Vida, esa que deslumbra hasta al mismo Sol si se atreviese a mirarla de frente, esa que reconocemos en ese único instante, esa que comprendemos Somos, sin separación posible.
Cuestionar la historia establecida es comenzar a comprender que hay vida más allá de la sala de cine donde se proyecta, es indagar sobre los personajes que la interpretan, sobre su realidad, su fijeza, su aparente inamovilidad. Es saber sin duda posible que nos han mentido, nos hemos mentido, sin piedad, por miedos que emanaban del mismo argumento que interpretábamos, tan irreales como el resto del guión. Es aceptar que nada ni nadie puede hacernos daño como nada de lo que en la pantalla de la sala de cine puede afectarnos más allá de unos segundos hasta que nos damos cuenta que era solo una simple película.
Si quieres puedes comenzar a cuestionar tu historia, lo cual es cuestionarte a ti: lo único que pasará será que el miedo emergerá como un torrente desbocado que, al verlo como un elemento más de esa película vital, irá perdiendo su fuerza hasta que sólo quede Eso que eres, imposible de expresar en imágenes, de encerrar en palabras, de explicar con argumento alguno.
Luego, seguirás contando y contemplado historias, pero ya te sabrás el principio, el nudo y del desenlace de la misma y, de esa forma, podrás disfrutarla, vivirla, sin sobresaltos, como la nieve que sacrifica su solidez al calor del sol, como el agua que se disuelve en el aire elevándose hacia el cielo azul, como quien sabe que todo es lo mismo por mucho que se empeñe en diferenciarlo, separarlo, dividirlo, estancarlo, jerarquizarlo.
Nadie se cuestiona su historia.
Tu eres nadie.
Así que cuestiónala.