P: Por qué no dejo de sufrir?
Juan Pedro: ¿Por qué no dejas de disfrutar?
P: ¿Cómo? Bueno...., sí, es cierto que a veces disfruto pero...
Juan Pedro: Pero no lo tienes en cuenta ni valoras porque en tu balance puede más él debe que el haber. Lo que estás diciendo es que, en realidad, eres un mercader que sopesa el fluir de su vida en términos de pérdidas y ganancias, donde el personaje que interpretas es el mayorista, es quien decide qué son pérdidas y qué ganancias y el que decide cuáles tienen más valor. Tu obra particular, como así consideras tu vida cotidiana, es un espejismo, un pobre reflejo de la Vida que se vive a sí misma, sin más. A veces, cuando tus esfuerzos personales coinciden con el resultado que esperabas, dices que has logrado algo, y cuando no se produce esa coincidencia te lamentas de que todo lo que invertiste en ese asunto en particular no sirvió de nada y fracasaste. Pues bien, te digo que ni tuviste éxito en un caso ni experimentaste el fracaso en el otro. Solo ocurrió que el fluir único del guión universal de aquello que ES se te expuso con claridad ante tus narices sin que en nada tuviese que ver con el guión particular de la película que te has forjado desde casi tus tres años.
P: Entonces.. ¿Todo está ya determinado? ¿Y mi libre albedrío?
Juan Pedro: ¿Cómo podría no estarlo? Si repasases de forma ecuánime lo que consideras como tus logros y fracasos, verías con asombro y absoluta certeza que todo ocurrió como debía ocurrir, más allá de tu interpretación particular de ello. Tu personaje se encuentra en una búsqueda eterna de la felicidad y una huida constante del sufrimiento. Y precisamente en esa carrera alocada por evitar lo que es reside todo el sufrimiento que crees experimentar. Tienes libre albedrío, por supuesto, pero solo para hacer todo aquello que consideres adecuado a cada momento, dando lo mejor de tí, para luego asistir al hecho que, sí o sí, sucederá, porque ya ha ocurrido. Ese es el libre albedrío, la elección del árbol del bien y del mal, aunque la manzana ya está mordida desde el principio.
Todo ello acontece porque crees ser este cuerpo y estos pensamientos que te hacen manifestar tanta pregunta sobre lo mismo, como un zorro que diese vueltas a un árbol intentando morderse la cola.
P: Pero a veces siento dolor en el cuerpo y otras a nivel psicológico en forma de ansiedad, tristeza...
Juan Pedro: Eso son las olas del cuerpo y de tu mente, pero no son en absoluto el Mar que ya eres. El cuerpo decide cómo, cuándo y de qué forma actuar. Si lo observases en tranquila calma el tiempo suficiente comprobrias que el simple hecho de realizar un movimiento de tu mano, para calmar un picor de tu pierna, se produce antes de que emitas el correspondiente pensamiento. Es una distancia temporal ínfima, casi inapreciable, pero existente y comprobable. Desde ahí, todo el andamiaje que has levantado sobre el teatro de tu vida se cae sin remedio pues se ve claramente que solo has sido y eres espectador de la misma obra, representándose desde siempre, eternamente, y entiende, por favor, que lo que ya es también es esa misma eternidad porque, precisamente no conoce lo que es el tiempo....
P: Comprendo.... No puedo ser aquello que veo, conozco, siento y expreso porque si lo fuese no vería, conocería, sentiría o expresaría....
Juan Pedro: Exacto! Esa es la clave, la llave de la puerta que atraviesa la ignorancia para descubrir que jamás existió la serpiente y lo que había era sólo una cuerda. Estamos acostumbrados a filtrar todo lo que es por el tamiz de las ideas preconcebidas, basadas en unas supuestas expericias pasadas que aplicamos a un supuesto momento presente, y a veces incluso avanzamos a un futuro completamente incierto pero que, en base a un juego de probabilidades, completamente inexacto, consideramos puede llegar a ser tal y como lo vaticinamos. Mantenerse como espectador imparcial del juego permite disfrutar cada lance del mismo, pues todos son iguales para aquel que lo contempla desde la distancia que otorga la comprensión de lo que es y de lo que parece ser. Escucha bien ahora:
El personaje secundario solo busca una cosa cual es ser el personaje principal, el protagonista absoluto de la obra, el guionista, director, productor creador de escenarios... Nada le es suficiente con tal de mantenerse en la ilusión de ser alguien. Querrá ser y habitar el infierno si ahí se siente único y diferente a los demás, promoverá disgustos, penas, ofensas y dolores sin cesar para encumbrarse a lo más alto de la montaña que se ha creado para si mismo.
Todo para no sucumbir al miedo de dejar de ser... Pero..
¿Acaso la ola deja de ser cuando se funde en el propio mar que ya es?
¿Deja de ser la llama que se eleva de la única hoguera cuando, habiendo rozado su cielo particular, regresa a la única pira?
Comprende que no puedes dejar de ser porque todo lo que es, ya es, sin añadidos ni sobras, sin crecimientos extraños ni disminuciones ilusorias. Todas las preguntas surgen del mismo sitio donde ya se encuentran las respuestas y siempre son un intento de protagonismo más allá de cualquier verdadero anhelo de la Verdad.
P: Entonces ¿No puedo preguntar?
Juan Pedro: Claro que puedes y, en cierto sentido, debes hacerlo, pero teniendo en cuenta siempre que ya sabes todo lo que preguntas y que sólo es una simple herramienta que utiliza un personaje para indagar sobre si mismo y redescubrir que jamás existió. El resto es protagonismo disfrazado de búsqueda de Verdad, por más que quieras revertirlo de humildad.
Cuando comprendes eso, sin dudas, más allá de razonamientos inteligentes y excusas intelectualmente brillantes, todo se abre y ve como es.
Desde ahí, nada es todo y todo es nada.