Ha comenzado el año y de seguro sigues considerando que eres hacedor de las cosas que te ocurren, de aquello que, en apariencia, surge de ti. Crees aún que tus pensamientos son tuyos que los emanas sin cesar de forma voluntaria como bastón de apoyo y farol que alumbra mejor el camino que crees, asimismo, recorrer con tus pies.
Pero el bastón no es de apoyo alguno sino de anclaje en la tierra, en esa materia que todo parece protagonizar, para hundirte en arenas movedizas de donde te cuesta escapar, formadas de tantos pensamientos que te embarran más y más en lugar de mostrarte el volar en el verdadero aire.
El farol es un remedo del sol, de ese que es la verdadera imaginación, la que produce la magia, a diferencia de la cual te hace creer en su luz repleta de fantasías que tan solo alumbran la senda que él quiere mostrar.
Tus pies se mueven solos, dirigidos por las órdenes del pensamiento, en lugar de actuar según el flujo de la verdadera vida como hace tu respiración o el latido del corazón. Si tuvieses que dirigir a ambos no vivirías ni un segundo.
¿Quien hace algo? ¿Acaso ese conjunto de carne y huesos que crees hizo algo por sí mismo realmente alguna vez? ¡Qué tontería! me dirás, para mantenerte a salvo de la verdad: el reconocimiento de tu esclavitud, en lugar de tu libertad.
La complicación y el esfuerzo son las redes del fluir mental para mantenernos como peces que se creen libres porque ven a su través el mar, aunque sin jamás surcarlo. Hace que aleteemos encerrados en la jaula en lugar de correr por el ancho mar. Impide que veamos que somos ese Mar sin diferencia entre pez, ola y viento que lo impulsa.
Lo que denominas "ser humano" es el conjunto de cuerpo y pensamientos que desde luego necesita participar del juego de las relaciones sociales para seguir perpetuandose y diferenciándose. Pero el verdadero Ser, más allá de esas dos limitaciones descritas, no necesita de nada de eso puesto que no ve diferencia, tal y como una ola no necesita relacionarse con otra pues sabe que son el mismo Mar. Cuando la ola lo ve claramente ya no disputa, hiere o necesita de nada más: sigue elevándose y bajando pero ya nada es igual, sabe que es mar y no ola y sigue jugando....Y ningún esfuerzo hay que hacer!!
Si en la noche oscura ves una serpiente en lo que es una cuerda enrollada te asustarás, pero, cuando comprendes que es una cuerda en realidad, la serpiente ya jamás volverá a aparecer.
Ningún esfuerzo fue necesario, solo la comprensión, el darse cuenta, hizo que desapareciese por sí misma.
Recogerse en sí mismo, como cuerda enrollada, permite disolver la ilusion mediante el reconocimiento de la verdad, esa que los velos fantasiosos ocultaron todo el tiempo bajo el manto del esfuerzo y la necesidad del lograr.
Morir a la ilusion es despertar a la Realidad para luego ver que no hubo jamás ilusión, despertar ni nadie que las viese.