DEVOCIÓN

 


La Verdad es Una, siempre la misma, inmutable, sin mácula ni modificacion posible. El lenguaje se adapta a cada época y lugar para más fácilmente transmitirla, pero sin distorsión ni cambio.

Sean cuales sean las expresiones utilizadas, su Esencia permanece incólume, sin mancha. Es un rayo dirigido al corazón puro de cada quien, al que Escucha bien dentro y filtra la codificación gramatical en que se reescribió el mismo mensaje.

No se puede entender aquello que se encuentra más allá del lenguaje, usando los pensamientos que intentan disminuirlo, acotarlo, adaptarlo a la idea preconcebida que sostienen y les sostiene.

La decodificación sólo es posible mediante la clave-llave que hoy parece haberse olvidado: la Devoción, ese deseo sincero, profundo, inexplicable, rotundo como el que ahogándose reclama el aire, como el que cayendo lanza los brazos sin pensar en el cómo para alcanzar algún asidero donde sujetarse, como el bebé reclama su alimento sin saber el cómo ni realizar cálculo alguno.

Siente la Devoción profunda, el impulso irrefrenable, inexplicable, firme que te conmueve cuando escuchas o lees la Verdad.

Es una comunicación entre el que te Habla y el que Oye que, en esencia, son el mismo.

Se el grifo por donde discurre el Agua.

Escucha su dulce sonido atravesando tus compuertas.

Recitar las letras del alfabeto puede ser la más grande Oración jamás rezada si se hace con auténtica Devoción.

NADA QUE HACER



¿Qué esperas? Nada tiene que ocurrir para que veas que ya amaneció, nada que hacer para que el sol ilumine tus pupilas, ningún velo que descorrer, ningún óxido que limpiar, ninguna costra que arrancar.

La vida es perfecta como es y todo, absolutamente todo, forma parte de Ella, ES Ella.

Nadie aceptaría como pago una moneda que tuviese un solo lado.

Aceptas alegremente tu luz pero expones tu queja en tu propia oscuridad. Ambas coexisten en generosa simbiosis con el único fin de que veas tú completitud, tú perfección ya existente.

Cuando comprendes que hay una Santa Pereza consistente en saber profundamente que tú nada hiciste jamás, los mundos estallan en alegría y la película de sus órbitas se queda fija en un único fotograma, el de la Realidad inmutable que siempre percibiste pero jamas aceptaste.

Permanecer en Silencio y Quietud es abrazar el Oro filosófico, el Tao inamovible, el Despertar, el Vellocino de Oro, deshacer la tela de Maya, desplegar las alas de la Verdad.

Nada cuesta menos que eso. Nada requiere menos esfuerzo. Nada más difícil que, resistiendo los embates del yo ilusorio, aguantar firme como roca de escándalo.

La Fe se logra teniéndola.

La Verdad se desnuda ante quien ya lo está.

Siendo el Museo ¿Para qué quedarse en solitario cuadro?


ALGO QUE HACER



Si tuvieses algo que hacer lo harías, si algo que pensar lo pensarías, si algo que comer lo comerías.

Si tuvieses algo que recordar... ¿Lo recordarias?

Los filtros se extienden como velos en la danza de la vida mientras tú te dejas atrapar por su promesa de placeres futuros que nunca llegan y dolores a evitar, que jamás evitas.

¿Realmente te ha servido de algo todo eso? 

Confiado en las ocasiones en que parecías obtener un resultado que calificaste de positivo, seguiste enganchándote al remolque del dolor, arrastrándote por emociones sin fin que tan sólo te curaban heridas leves mientras abrían otras más profundas.

Cambiar dolor por dolor es sólo una forma más de autoengaño. Comprender la realidad que te habitas eres, ES, supone descorrer los velos suntuosos del Palacio para ver qué estaba construido de paja que no aguantaría ni el más leve soplido.

Respira a pleno pulmón el aire vivificador ausente de pensamientos que te informen sobre el grado de calidad del mismo miéntras abres los ojos que no ven el mundo pero sí el Alma.

Verás que la película ya acabó aunque sigas en la sala de cine hipnotizado por las imágenes que, a fuerza de verlas y repetirlas una y otra vez tantos años, parecen seguir proyectándose como la apariencia de movimiento que supone la inercia de un vehículo que dejó de circular pero que sigue pareciéndote avanzar.

Quedarse quietos es un paso.

Permanecer en silencio es recorrer un trecho largo.

La quietud y el silencio bien comprendidos es saber que jamás hubo pasos, trechos, camino ni quien los recorriese.

Es difícil abandonar la comodidad y la excitación cabalgando la ola.

Es fácil dejarse llevar cómodamente tumbado en el Gran Mar.

¿Qué prefieres?

Da igual.

Acabarás descansando en ese mismo Mar.

DIÁLOGO TERCERO

 


P: Ya no se qué se puede hacer, es increíble.

R: Nada. Cuando todo es visto como la ilusión que realmente es uno se da cuenta que nada puede hacer ni nada ha hecho. Sólo se puede "hacer que se hace", es decir, actuar según se sienta, según las circunstancias que se presenten, pero sin perder el centro inamovible, sin sumergirse en el maremoto que se despierta a base de pensamientos que intentaron, intentan e intentarán desvirtuar la calma que realmente nos preside y habita.

Del sueño siempre se sale, siempre, aunque parezca pesadilla cuando abres los ojos y lo evalúas mediante filtros mentales siempre erróneos, contaminados, dirigidos a desviarte de tu Hogar.

P:No se, no sé nada.

R: Precisamente cuando nada se sabe, tampoco se sabe qué hacer, y por ello lo mejor, lo único realmente efectivo, es mantenerse en ese puro centro, donde los saberes mundanos no encuentran acomodo porque todo se resuelve sin esfuerzo.

P: Es que ahora no hay esfuerzo que valga, eso sería antes de toda esta locura.

R:Exacto. Tú lo has dicho, no hay esfuerzo que valga, ni lo hubo nunca antes, ni lo habrá, sólo la ilusión de que haciendo según qué cosas algo se produce y obra por nosotros, lo cual es mucho decir a poco que repasemos esfuerzos anteriores. El éxito aparente de un esfuerzo solo es la constatación de que el mismo se acomodó al flujo que la vida desarrollaba en esa situación en particular, nada más... Ni nada menos!

P: Uff ya no se...

R: Cuando no se sabe ¿Qué se puede hacer salvo esperar y observar, aprender desde una visión ampliada el curso de los acontecimientos que realmente discurren como imágenes en una gran pantalla? Hemos perdido la confianza en la aparente inacción. La mente siempre nos empuja a "hacer algo" aunque realmente no sirva de nada.

P: He perdido la confianza total en el ser humano, no valemos para nada, estamos donde estamos por eso, yo incluida que no he hecho nada salvo quejarme.

R: Por supuesto que la hemos perdido, porque esa confianza estaba depositada en una ilusión, en unos personajes a los que les hemos otorgado cualidades que no les correspondían y que son incapaces de ver más allá de su propia nariz, siguiendo el discurso que a cada instante, cada mañana, comienza al abrir los ojos tras el sueño nocturno, reiterado a cada momento, adaptado a cada personaje, siempre el mismo, diferente en grado, intensidad y lenguaje empleado, idéntico en forma, fuente y autor.

Es como esperar que un títere siga actuando cuando el titiritero suelta y echa a un lado los hilos que le movían y cae al suelo del escenario donde se desarrollaba la representación. Es pensar, nunca mejor dicho, que somos autores, fuente y vaso, pluma, tinta y papel, de las ideas que constantemente nos bombardean sobre cualquier situación que se nos presenta, es beber agua del oscuro pozo dejando de probar la que el cielo deja generosamente caer para nuestro verdadero sustento.

FORMA

 


Si tienes una forma adaptaras tus creencias a las características comúnmente aceptadas por todos que la misma posee y desarrolla. Una jarra lo es en todas partes porque posee un aspecto aceptado por la mayoría aunque pueda sufrir modificaciones más o menos acertadas, más o menos bellas, en su diseño que la alejen algo o mucho de esa derinicion global.

En un cuerpo, sea animal o humano, ocurre exactamente lo mismo: cada uno de ellos se diferencia y separa en género, tamaño, altura, grosor y, por supuesto, belleza o fealdad, todas ellas características que toman su valor de los modelos imperantes, socialmente aprobados, en cada época y lugar.

Pero, asimismo, todos ellos comparten los mismos elementos. Las jarras son de barro, de plata, de oro e, independientemente de su forma, si se someten al fuego, la perderán y se convertirán en la primera materia de la que surgieron.

El cuerpo humano comparte lo anterior: es una mezcla de elementos repartidos en mayor o menor proporción, lo cual les diferencia en su aspecto exterior, que ni el interior donde todos, absolutamente todos, son, somos, exactamente iguales. Tenemos los mismos órganos, las mismas células, idéntica sangre, funcionando como un perfecto Todo, organizado con una precisión que somos incapaces de comprender.

Así ¿por qué nos empeñamos en destacar a base de esa forma? Va a ser reducida a cenizas más temprano que tarde: tanto si al término de su tiempo de manifestación arde en una pies funeraria como si es entregado a la tierra donde su pudrirá, desaparecerá su forma, su belleza usada como elemento distintivo, su aspecto para convertirse en la misma materia prima, como en el caso de la jarra.

La separación respecto a la forma cuerpo, que creemos ser es evidente y fácilmente comprobable. Basta con verse por dentro y darse cuenta que las ilusiones, deseos, anhelos, las ganas de hacer cosas, de vivir, son exactamente igual de potentes, de intensas, desde la más tierna infancia, hasta la más avanzada edad. Sólo varía el cuerpo, la herramienta que nos permita llevarlas a cabo como realmente queremos y necesitamos.

Lo que realmente quieres es mantener esa estructura social, personal, que has construido sobre cimientos de papel. Es un esfuerzo destinado al fracaso absoluto como de seguro ya has ido comprobando a lo largo de tu vida porque ese edificio se va a caer sí o sí.

¿Por qué entonces seguir identificándose con algo perecedero y frágil cuando conoces ya lo eterno y fuerte?

Olvida la forma.

Abraza la libertad.



NOMBRE

 

Si tienes un nombre careces de todos los demás puesto que desde el mismo ya estás diferenciado, con sus características, asociaciones más o menos afortunadas, descripciones personales, familiares o laborales, que te etiquetan como producto del supermercado onírico donde se manifiesta la ilusión.

Si tienes un nombre se te llama tal o cual y dejas de ser YO para ser Yo soy....

Si tienes un nombre quizás puedas sumergirte en el torbellino de si es bonito o feo, si te describe o se aleja de ti, es decir, caer en el huracán de las comparaciones que amenazan con hacerte olvidar tú realidad.

Claro que también puedes indagar y preguntarte si realmente respondes a todas esas características y descripciones que constantemente te lanzan al nombrarte, si te definen hasta tu más profunda intimidad, si, en definitiva, ese nombre es TU.

Si las cuestionas algo comenzará a removerse, a descorrer los velos de la ilusión y, si persistes y no te asusta la ausencia de todo, la presencia de nada, lo verás como algo extraño a TI, a ese ti que aceptaste como distinto de los demás "ti" que te rodeaban desde siempre.

Porque se nombra el nombre pero no tu Esencia, eso que eres más allá de etiquetas soñadas que separan, clasifican y, por tanto, alejan del Camino.

Comprende qué son esos nombres, para qué y dónde sirven, y desde ahí te darás cuenta que se refieren sólo al personaje que crees vivir pero que sólo es interpretado en la pantalla de la existencia manifestada.

Sólo hay un Actor, un Océano, un Espacio, un barro primordial desde el que todo se hace para luego disolverse de nuevo en el mismo, como loza más o menos preciosa, según los ojos del resto del ajuar, como joya fundida en el oro del que se moldeó, como vacío donde todo ES.


CIELO Y SUELO

 


El Cielo llora de alegría a raudales cuando se desprende su humedad vivificadora en forma de lluvia. 

El suelo la recibe sin queja alguna, con puro agradecimiento y gozo.

Y ambos siguen existiendo, sin más, en perfecta armonía exhenta de pensamientos que bien saben de su falsedado, pues siguen un patrón de constante cambio mientras ellos, cielo y suelo, se mantienen en permanente y verdadero orden.

Y el ciclo continua eternamente.

El caos no existe en la naturaleza, sólo el perfecto orden jamás alterado. 

Si supiéramos con total seguridad que todo está ya escrito de antemano, filmado, grabado, desde siempre... ¿Qué podríamos hacer salvo vivirlo y saborearlo?

Sólo disfrutar, de lo alto y lo bajo, alegrías y penas, como en una montaña rusa donde se goza tanto de la subida bien arriba como de la posterior e inevitable  bajada bien abajo, pues ambas discurren, ocurren, son, en el mismo rail, jamás cambiante en su esencia férrea, a pesar de las curvas y vaivenes que, al deslizarse sobre él, se experimentan.

Ser suelo permite ser cielo.

Ser cielo permite ser espacio.

Ser espacio permite ser todo.

Disuelve suelo, cielo y espacio.

¿Qué queda?