¿A dónde quieres ir?
Desplazándote a lo largo de tu vida por innumerables ramas olvidaste el árbol que ancla sus raíces en la profundidad de la tierra y alza su copa hacia el único Cielo, uniéndolos en santo matrimonio.
No hay dualidad para quien ve el árbol primordial y, además, sabe que es ese mismo árbol.
Las palabras emergen críticas, intelectualmente brillantes a veces...
¿De quién, para quién?
Cuando observas tu quehacer diario, y te asomas al profundo e inmenso balcón de tu ser interior, te das cuenta que realmente jamás hubo profundidad, interior ni exterior, balcón, abismo, ni nadie que se asome, pues nada perenne puede resistir la mirada indagatoria de lo eterno.
Cuestiónate, sobre todo cuando crees ser más inteligente, argumentar mejor, criticar con convencimiento pleno de razón, porque en esos mismos momentos tu panorama real estará dispuesto a mostrarse en cuanto renuncies a ti, a ese "ti" que solo busca reforzarse constantemente a costa de las demás olas, de los otros ti, que son realmente un único Ser.
Contemplar, aunque sea por una fracción de segundo, que se es ese todo y que no hay pensamiento, idea, palabra o descripción posible de Ello, hace que ya nada más importe, interese ni afecte.
Seguirás enfadándote, quejándote, reaccionando al mundo, pues es ley de la manifestación que lo que forma parte de ella lidie con sus apariencias, pero no serás tú quien lo haga.
Y lo verás con tal claridad como si mirases al sol desde el permanente centro del mismo.
Si quieres tener razón, sigue inundándote de pensamientos.
Si quieres abrazar la Paz, olvídate.
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