La verdad es una, libre, sin condicionamientos. Se encuentra exenta de cualquier atisbo de aquello que gustamos llamar "conocido".
Lo que no se puede conocer es lo que reside en un lugar tan cercano que, precisamente por ello, no lo vemos y nos parece residir en lejanos espacios.
Eso que llamamos la búsqueda, siempre consiste en viajar recorriendo caminos que, con más o menos fortuna y contratiempos, nos conducirán a ese ignoto centro donde todo nos será revelado.
La cueva secreta, la cima de la montaña sagrada, el centro neurálgico del bosque, son todos ellos sinónimos de ese lugar en cuyo trono queremos sentarnos a reinar en perfectos descanso y beatitud, viviendo la sagrada paz.
Como también lo es el Vacío, ese donde todo ocurre, está y Es.
La jarra que lo contiene, cuando es quebrada, lo deja escapar para que regrese a su Hogar, aunque la ilusión de separación provocada por las paredes del barro que parecían contenerlo, así lo había hecho creer. Pero buscar es moverse, desplazarse recorriendo itinerarios, cercanos o lejanos, pero siempre a cierta distancia de nosotros,
Todos queremos buscar pero pocos se deciden a encontrar. Y los motivos de esa aparente elección son diversos y variados pero, en esencia, se reducen a uno solo: ¡miedo!
Las excusas pueden ser convicentes, los reparos justificados, pero el miedo siempre estará tras todos ellos, puesto que encontrar la Verdad supone encontrarse consigo mismo, muy diferente del personaje que creíamos ser a partir de cierto momento de esta vida así manifestada.
¿Cómo no asustarse ante tal descubrimiento?
Todo se desmorona en un instante, todo cae y es destruido sin piedad ni dilación, porque los opuestos desaparecen, los contrarios se desvanecen y Aquello que se encuentra fuera de esa influencia dual, surge y es mostrado sin intermediarios ni disfraces.
Cuesta creer que nada haya que hacer ¿verdad?
La facilidad es despreciada hoy en día, aunque, a diferencia de al estéril complicación, sea la fuente de la verdadera fertilidad.
Nadie hay para decirle a nadie que se esfuerce o no, que se cuestione o no, que, en resumen, vea o siga en la ceguera deslumbrante de lo ilusorio, siempre cambiante, jamás fiable, o que se deslumbre ante el redescubrimiento de la Luz que todo lo impregna y Es, sólo para constatar que ni luz, ceguera o descubrimiento son la realidad.
Nada más puedo decir pues todo ya está dicho.
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