El cerebro humano nunca ha resuelto el eterno por qué, ni traspasado la frontera impuesta al pensamiento. Ten por cierto que todo intelecto resulta ser fútil, por más que nos esforcemos en aprender o enseñar.
No permitas que una sombra de pesar te nuble, ni que un absurdo dolor oscurezca tus días.
No renuncies a las canciones de amor, a los prados, o a los besos, hasta que tu arcilla se mezcle con una más antigua.
Omar Khayyam
Rubaiyat
Ríndete, reconoce tu derrota.
Tras tanto tiempo esforzándote en encontrar la clave, la cerradura donde encajar la llave de lo que tus pensamientos te decían debías investigar, resulta que has realizado el hecho de que jamás has partido del lugar desde donde creíste comenzar.
Nada ha cambiado en todo este tiempo: ni luces, sombras, alegrías, penas, experiencias gratas, sucesos no tan gratos, todo, absolutamente todo, sigue igual porque, de ser incierta esta afirmación ¿seguirías buscando en tantos diferentes y diversos mares?
Te has esforzado, ciertamente que lo has hecho, y el mismo sí que ha tenido y tiene una cierta utilidad, aunque este término no sea el más adecuado, pero tú sabes bien lo que quiero decir, porque en tu interior, ese esfuerzo por aprender y de paso por enseñar a los que juzgabas como ni siquiera aprendices, ha servido para que reconocieses tu derrota, aplastante, total, completa.
Y este reconocimiento, si es verdadero, pleno de humildad y entrega, te mostrará la puerta abierta de par en par que tanto buscabas, el Paraíso perdido, la Palabra Olvidada, el Despertar a la mañana de la auténtica y verdadera Vida.
Porque, sábelo, esa puerta siempre estuvo abierta, pero ¡¡justo detrás de ti!!
En cierto momento le diste la espalda y comenzaste a caminar contra la pared: aunque la distancia parecía ser eterna, en realidad sólo estabas mirando un lugar donde reconocerte, enfrentarte con tus dudas y deseos, un muro de obstáculos que fue aumentando con tu viaje.
Pero ahora olvida todo eso, date la vuelta y mira.
Tu cerebro, tu intelecto jamás puede resolver lo que se encuentra fuera de su alcance, de sus normas, de sus/tus esperanzas, porque sería como si el sol para contemplarse tuviese que seguir con la mirada los rayos que de él emergen hasta el infinito cuando basta con sólo un cierto girarse sobre sí mismo para verse como lo que es.
Así que nada está perdido ni nada ganado, pues no hay quien juegue a ese juego eterno, siempre cambiante, de lo diverso.
No permitas que ninguna nube pesarosa nuble tu Sol.
Deja que tu arcilla se mezcle y reencuentre con una más antigua puesto que tu acabas de aparecer como una mota de polvo en el eterno Ser.
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