¿Hacia dónde quieres marchar?
Envuelto en papeles de diferentes colores y atado con lazos de colores y calidades diversas, te paseas por este mundo renovando cada día los pensamientos, deseos y acciones que consideras te destacarán del resto de paquetes, igualmente envueltos.
Olvidas que los lazos siguen siendo ataduras, sean de seda o de duro esparto, y que el papel tapa lo que bajo su manto se encuentra.
En cierto momento seguramente quieras desprenderte de tales papel y lazo, y te revuelvas intentando desatar el nudo y romper el papel, sin darte cuenta que en realidad nada hay que hacer puesto que son como nubes que pretenden en su osadía querer opacar la luz del sol.
La semilla se hunde en la tierra profundamente sin saber que desde esa oscuridad emprenderá su ascenso hacia el aire y la luz reconfortantes.
El incienso emana su sagrado humo que se eleva de forma natural, sin técnica, método o acción alguna, pero en danza jamás imitada, hacia su Hogar en lo alto.
El árbol ancla fuertemente su raíces en la tierra que le sustenta y acoge mientras su copa asciende buscando el cielo que anhela y que sabe de alguna manera, ajena al razonamiento estéril que es su verdadera esencia, no va a encontrar puesto que jamás se perdió, sino a reconocer y respirar.
Por eso no sirve de nada la queja constante, las alegrías y tristezas, las comparaciones y diferenciaciones, puesto que son como la tierra seca donde absolutamente nada que en ella caiga puede fructificar.
Pero no desprecies tus costras y adherencias puesto que de ellas, una vez se pudran en la negrura absoluta, emergerá la pequeña semilla que desde siempre espera bajo esas capas de herrumbre para mostrar su esplendor, que lo tiene y lo es.
Morir al mundo no es abandonarlo sino reconocerlo como la ilusión que ves.
Morir al mundo es morir a ti, a ese que reacciona según los vaivenes que lo empujan y mueven sin descanso.
Morir al mundo es aceptar la negrura en la confianza que el Sol siempre ha estado, está y estará ardiendo en su plena y absoluta iluminación, que es la tuya.
Si quieres hacer algo, recapacita, reconócete, reencuéntrate, más allá de los escollos que en tu navegación vital has ido sorteando algunas veces, o siendo arrollado por ellas otras más.
No hagas nada, salvo, si así lo sientes, recordar esa comprensión cada vez que algo intente de nuevo empujarte al abismo para hacerte zozobrar.
No hagas nada salvo, si así lo sientes, dejarte caer en la tierra de tus preocupaciones, disgustos y sufrimientos, en calma y confianza plenas, para que el milagro se produzca, que se producirá.
¿Hacia dónde quieres marchar?
Si ya estás en Casa.....
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