¿Qué llevas tanto tiempo buscando?
En cierto momento, creyendo que había carencia en tu vida, algo que te faltaba que creíste necesitar encontrar para resolver los problemas que su ausencia te producía, emprendiste una gran búsqueda, esa que se disfraza de múltiples vestimentas pero que en realidad es la eterna, siempre presente, en toda época y lugar, la de la felicidad perdida, que desterraría el sufrimiento que ocupa su lugar.
Tienes claro que necesitas encontrar ese cierto “algo” que te falta para dejar de sufrir y descansar en la paz, y es un deseo lógico, natural y, hasta cierto punto, necesario, dada la vida en la cual te desenvuelves.
Pero hay un problema y es que esa búsqueda la has basado, y sigues basándola, en todo lo externo a Ti: personas, situaciones, objetos, accesorios que siempre se encuentran en algún lugar cercano o lejano pero distinto de ti.
Y así te embarcaste en un viaje sin final posible pues querer encontrar lo inmutable en lo perecedero y siempre cambiante es una tarea destinada al fracaso, como lo es subir una piedra a lo alto de la cumbre para contemplar desde allí cómo la misma vuelve a caer rodando una y otra vez.
Hay dos formas de buscar: una queriendo saber lo que se Es y la otra descartando todo aquello que ciertamente se sabe que no se es.
¿Qué no eres?
¿Eres un cuerpo y buscas esa felicidad en el?
Evidentemente el cuerpo es algo cambiante, modificable por las circunstancias temporales y vitales, con necesidades, que experimenta los polos opuestos del dolor y el placer, de la alegría y la tristeza.
¿Cómo buscas lo eterno en lo destinado a desaparecer?
¿Eres la mente y buscas la felicidad a través de ella?
Eso es algo tan erróneo como fácil de comprobar: tus pensamientos emergen de un lugar siempre cambiante que desconoces, los observas y contemplas fácilmente con sólo dedicar un tiempo a esa tarea, sabes que jamás han acertado en sus predicciones siempre ajustables a sus intereses propios.
¿Cómo buscar, entonces, en la mente lo que es desconocido e inalcanzable para ella?
Todo lo que puede definirse es susceptible de ser denominado “concepto”, “objeto” y, por tanto, como tales, posee un nacimiento y una muerte, un surgir y una desaparición, por mucho que tarde en producirse la misma.
Sin embargo, tu eres indefinible. Tu, que contemplas cuerpo y mente, que observas el flujo de las circunstancias arrojarse sobre ti como huracán descontrolado, eres ajeno a todo eso.
¿Te imaginas que la ola creyese ser distinta del agua de la cual emerge?
¿Podrías comprender que el viento se considerase diferente según mueva con su soplo una hoja de un árbol o un pelo del tejado de tu cuerpo?
Todo mucho más fácil que eso.
Lo sencillo suele ser despreciado por considerarse de poco valor y, sin embargo, hay algo en ti que sabe todo esto que ahora te cuento, que lo conoce, que sientes como una cierta incomodidad ante el impulso que te empuja a seguir viajando fuera de tu casa para encontrar la hamaca donde mecerte descansando, cuando ésta siempre la has tenido colgada del centro de tu propio salón interior.
Indaga, comprueba e investiga, cuerpo, mente, objetos, conceptos y descubre y “re encuentra” Eso que jamás puede ser perdido porque jamás tuvo que ser encontrado.
Afirmo rotundamente que Eso Es Tu.
Afirmo contundentemente que la sencillez de ese “descubrimiento” es de tal calibre que pasa desapercibida como el aliento que refresca tu propia nariz.
Afirmo fehacientemente que lo que digo es Verdad.
Si lo crees, adelante.
Si lo ignoras, adelante.
Si…..
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