Un suave despertar tras una noche de profundo sueño, un instante eterno, sagrado, donde todo Es, sin que nada haya sido aún, con el silencio como presidente de la sala, con la calma del lago virgen aún sin ser rozado por el viento, en la perfección de la semilla que sabe sin saber, una Real realidad donde nada cambia porque todo es perfectamente perfecto.
Al instante siguiente, aparecen las calles, los transeuntes, los sonidos de primera hora, la pereza, las obligaciones y poco a poco, como un manto de niebla, se va asentando tapándolo todo.
El Silencio es la llave de la puerta de la perfecta liberación, la Gracia que con su humilde presencia permite que todo sea hecho conforme al plan divino que desde siempre protagoniza la vida.
Un silencio no exhento de lenguaje y palabras, pero ausente de sus implicaciones, que sólo una mente ruidosa puede traer a colación.
Permanecer en silencio es agarrar ese instante entre dos respiraciones, dejando de lado lo que transcurre entre esos dos silencios que son uno.
Permanecer en silencio es atender a ese momento eterno cuando se despierta del sueño profundo de la noche y seguir así cuando la aparente vida comienza a recabar su tributo.
Abraza el silencio en silencio, a cada segundo de cada instante de cada día y no lo sueltes, incluso dentro del ruido mas intenso, en el centro de la madeja de pensamientos que buscan tejer tu jersey, en la tormenta mas poderosa, aunque intente por todos los medios que lo sueltes y aunque, en ocasiones, pueda conseguirlo.
No te ensucies con la queja y el reproche y raudo y veloz vuelve a ese abrazo.
Abraza el silencio y quédate ahí, donde el milagro siempre ocurre.
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