Me siento tranquilamente y en calma, cierro los ojos y contemplo la tempestad que está a punto de desencadenarse. La conozco bien pues, invariablemente, siempre emerge en esos momentos en que el mundo desaparece y la ilusión se contempla desnuda de adornos, siempre superfluos, jamás necesarios. El enfado, la ira, la importancia, el orgullo, van desfilando como orugas en eterna procesión, uno tras otro, como los pensamientos que las revisten y acompañan: unas sin los otros jamás podrían existir.
Acuden, como no, ideas de mejor o peor, de "quedar por encima" o de "no quedar por debajo", de "quién se ha creido ese que es", de "por qué no me trata como me gustaría", etc., todas ellas acechando de forma constante la paz en la que resido, la calma que realmente Soy.
Y, bajo esos relámpagos que deslumbran y los truenos ensordecedores, sólo soy calma, sólo soy Paz.
"Pero a veces te enfadas y reaccionas, y dudan de que seas esa calma que comentas..." me dice la mente en un postrero intento de mantenerme en la tormenta.
"Cierto, respondo, el cuerpo reacciona, tu, la que ahora intentas convencerme, lo haces también, algo reacciona, pues cuerpo y mente pertenecen a la ilusión, son sus creadores y protagonistas, pero carecen de la realidad que subyace tras todo el argumento.
Contemplo esas reacciones, las vivo, siento, experimento, y luego las olvido, como las nubes tormentosas que en breve desaparecerán.
No confundas ver la tormenta y escuchar los truenos con serlos, vislumbrar la poderosa luz de un relámpago con cegarte ante ella, atender a la emergencia de la ira con que esa oruguita sea Yo".
La tormenta desaparece y el lago de la Paz sigue en su lugar, sin una onda alterada, y comprendo al abrir los ojos que así, exactamente asi, es la vida de cada día en esta manifestación, que la diferencia entre vigilia, sueño con sueños y sueño profundo, sólo lo es aparentemente en cuestión del grado de intensidad con que la mente esté muy presente, algo presente o ausente por completo, según cada uno de esos estados, mientras que Yo estoy siempre ahí, aquí, allá, acá, arriba y abajo, dentro y fuera, pues nada puede sembrarse y crecer sin sustrato que lo sostenga.
Comprende bien esto:
Toda alteración, todo cambio, no eres tu.
Todo lo que permanece cuando todo cambia y desaparece, eso eres Tu.
Nada necesitas realizar, ningún esfuerzo hacer, salvo la innata comprensión de esta Realidad.
Cuando todo se contempla desde ese lugar, hay belleza en la tormenta, en la procesión de orugas, en los rayos, truenos y relámpagos, en Ti.
Ahora, si te apetece, siéntate y cierra tus ojos.
La tormenta está a punto de comenzar.
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