Allá, en lo alto desde donde se vislumbra lo bajo, está tu Hogar. Allí, donde alto y bajo pierden su nombre y se convierten en el único Cielo que todo lo ve.
Cielo único, idéntico aquí y allí, en cualquier parte o lugar, sin diferencias salvo las aparentes, que hermosas nubes que intentan recubrirlo, parecen crear.
¿Quieres vivir ahí?
Abandona toda idea de yo y tú, descarta conceptos, pensamientos, lluvias y soles y, en recogimiento verdadero, contempla la Verdad, sin tapujos ni filtros que la distorsionen.
Todo es lo que es y el resto son las bastardas añadiduras de lo que quiere ser otra cosa, algo más, diferente.
Tarea vana ésta, como vano es el intento del hielo o del vapor de diferenciarse del agua que son.
Los estados cambian, la esencia permanece.
Querer ser lo que no se es sólo mantiene el sueño, que no deja de serlo por más real que quieras verlo.
Tu esencia, la realidad que eres asoma entre el sueño y la vigilia, entre dos respiraciones, en el momento eterno de un parpadeo.
Buscas lo difícil mediante lo más difícil. Crees que lo perecedero puede otorgarte lo eterno e inventas teorías, conceptos e ideas propias como un andamiaje que sostenga el edificio de tu verdad.
Todo lo creado desaparecerá.
Todo lo nacido morirá.
Sólo aquello que jamás nació seguirá aquí, sin cambio, sin mácula, eternamente presente, pues en ausencia del tiempo nada ni nadie existe en el gran sueño.
Elige seguir durmiendo si así lo prefieres, pero mantén firme la clara convicción de que fue, es y será solo un sueño.
No es nada malo saber dormir, mientras no se olvide el despertar.
Nada se pierde para quien duerme completamente despierto.
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