P: Hay días que no puedo más, que creo haber fracasado, que mi práctica no funciona, que el deseo del mundo me posee con más fuerza que antes de comenzarla..
R: Espera un momento, permíteme interrumpir. ¿Quién es ese que no puede más, que se atribuye ser el hacedor de esa "práctica" e incluso de calificarla de exitosa o fracasada? Dices que todo eso ocurre algunos días pero en realidad lo que estás diciendo es que se trata de algo mutable, cambiante, sujeto por tanto a las vicisitudes de lo cotidiano, de lo manifestado. Sin embargo tú práctica la encaminaste en pos de lo Eterno, lo Inmutable, hacia aquello que sentías te faltaba porque precisamente el mundo, y ahí entra " el deseo..", no podía cubrirlo ¿Es correcto?
P: Si, así es, pero...
R: Ese "pero" es más de lo mismo de lo cual te quejas. Te sigues atribuyendo una entidad que no te corresponde, que te limita, encoge, empequeñece, como si todo el mar cupiese en un pequeño dedal. La práctica no consiste en quejarse o discriminar la valía de la misma según el día de que de trate, sino que, más bien, es un darse cuenta, una vigilancia sobre todo aquello que precisamente tratas de abandonar, es intentar descubrir la falsedad de lo que considerabas cierto, de la ilusión tras el velo que ella misma corrió sobre tu Ser, opacando el oro y haciéndolo ver como plomo.
Nada hay en ello que puedas utilizar porque nadie hay que pueda utilizarlo. Cada mañana al despertar durante unos segundos estás en perfecta pureza, sin más, no hay pensamientos, quejas, fracasos o éxitos sino solamente la Pura Presencia de Ser. El Sol no discute sus llamas, la hierba crece sin pensar en las operaciones secretas y maravillosas que obran el milagro. Y tu ¿Crees saber más que ambos?
Esa es la locura que ciega al Cíclope, que desata la furia de los dioses, que transmuta el oro en plomo haciéndole perder en apariencia todo su brillo.
Abandona eso centrándote en Eso.
P: ¿Qué quieres decir?
R: Que dejes de lado todas esas ideas pero que al mismo tiempo te centres en observarlas, contemplarlas como lo que realmente son: una proyección sobre la pantalla de la existencia a la que puedes asistir como mero espectador.
La trampa solo es una: la creencia de ser un hacedor de algo en un mundo de niebla que se desvanece a cada instante, siempre cambiante, ausente de certeza. Nadie en su sano juicio buscaría la llave que perdió al otro lado de la calle bajo el farol del otro extremo de la ciudad porque allí "hay luz".
La luz, lo que ilumina, el que ve, la iluminación, son todos sombras, aspectos descafeinados de la Única Realidad que no conoce de Dos.
Nadie puede verlo, saberlo, conocerlo.
Ello se conoce a Sí mismo.
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