Juan Pedro es el nombre que me proporcionaron mis padres con todo su cariño y mejor voluntad y, con él y a través de él, se fueron acumulando multitud de conceptos que en forma de etiqueta taparon poco a poco la esencia que, tras ese nombre y esta forma, fue hasta cierta temprana edad.
Esos conceptos me convencieron, obstaculizando como espesas nubes un cielo despejadamente azul, de que necesitaba algo que sólo el esfuerzo continuado y estresante me proporcionaría. Las necesidades aumentaron conforme era más consciente de ese nombre y la forma que lo contenía, hasta le punto de casi olvidar lo que, tras ellas, siempre estuvo, está y estará.
Y aunque casi muero en el intento algo hizo "clic" en un momento determinado y la vocecilla que me sostenía ante tanto peso se volvió Voz rotunda y poderosa, despertándome de tanto sueño acumulado y comprendiendo, por primera vez que ese cuerpo y ese nombre, forma y nombre, nombre y forma, eran tan sólo una ilusión.
Las necesidades comenzaron a ir disminuyendo acorde al aumento de ese convencimiento hasta el punto de que lo que muchos considerarían pereza existencial se convirtió en mi forma de vida, no en el sentido de estar tumbado todo el tiempo, lo cual no estaría nada mal, sino en seguir actuando en el mundo y con sus habitantes pero sin la presión que el enorme diccionario de conceptos con definiciones particulares, adaptadas a "mi", había acarreado casi toda una vida.
Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios es el tributo que hay que pagar cada día, dejando al Cesar con su mundo y sus riquezas y reservando cada día un ratito más a Dios, sabiendo que ambos conforman la misma y unica moneda de la cual, si faltse uno de ellos, perdería todo su valor.
Nada importa que los malvados intenten contaminar este espacio pues en esa misma tarea radica su perdición.
Comprender es la clave-llave que abre la Puerta del Paraiso en la Tierra.
¿Seguirás rodeándolo sin decidirte a entrar?
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