Forma y nombre nos son dados al entrar en esta vida y con ellos las barreras y límites que, como murallas de un castillo, nos rodean e impiden la plena expansión. Y da igual que sea más o menos hermoso, que sus murallas sean más o menos altas de mejor o peor calidad, de más duro o blando material, pues, independientemente de ello, siguen siendo murallas que limitan, separan y aíslan.
Pero en el corazón de ese castillo reside el Sancta Santorum, la Esencia, el Centro inamovible que, ajeno a lo que le rodea, espera que se derriben las murallas para salir a la Luz.
Quienes así lo perciben y hacen el esfuerzo de cuestionar murallas y castillo es porque han trascendido la forma y el nombre y saben que en esencia, que es lo autenticamente real, son lo mismo.
No hay competición, ni nombre, ni rivalidad. Beben del mismo agua, se sustentan en la misma tierra y buscan el mismo Sol, y, así, toda la Naturaleza se confabula a su favor, sin tener que hacer esfuerzo alguno.
Imagina por un momento, en el colmo del atrevimiento, que nosotros fuésemos iguales.... Trascendiendo formas ¿acaso no recibimos el alimento de la tierra, nos regamos con el mismo agua y, en varios sentidos buscamos igual Sol?
Como es arriba es abajo, o como es dentro así es fuera, para hacer los milagros de una Única cosa, reza cierto dicho. Y resalta la igualdad trascendente, la Unidad, la no existencia de dos una vez vista y comprendida la Verdad de la auténtica Realidad: todo es una sola cosa, un solo vacío, una pantalla donde ocurre, vive, se desarrolla y es, el espectáculo de la manifestación.
Hay un un sólo mar aunque del mismo parezcan suegir miles de millones de olas de diferentes tamaños que, fruto de la ilusión percibida al emerger, sentirse y verse separadas, en apariencia, del océano, creen vivir una vida única lanzándose al aire que las empuja y al sol que las evapora poco a poco. Olvidan que, al final, llegan a la misma orilla de granos de arena que rozan, besan y tocan para, irremediablemente, regresar a su origen, pues nada en el mundo puede impedir que vuelvan.
Así la burbuja flota, se eleva y vive una existencia muy real para ella en el sueño que experimenta, pero del todo ilusoria pues, más temprano que tarde, explosionará dejando la forma circular que adopta para liberar el vacío que esa ligerísima barrera de agua dulce o salada, siempre fina, la contenía.
Todo a nuestro alrededor muestra igual mensaje y todo en nuestro interior lo corrobora.
Atendemos, dudamos y a veces criticamos la información que recibimos de fuera en forma de noticias, chismes, cotilleos, palabras escritas o habladas, teorías... Y sin embargo jamás nos detenemos a cuestionar nuestra experiencia diaria, la que, estemos donde estemos, ajena al ruido circundante, siempre está presente y con la que nos hemos confundido a fuerza de repetición machacona e insistente.
Si todo es un reflejo, una proyección de lo Único y nosotros no somos la excepción, ¿para qué recorrer universos enteros si aquí mismo, a poco que descansemos y miremos con ecuánime atención encontraremos que ya somos Eso que buscamos?
Como el Hijo Pródigo de la Parábola, salimos a buscarnos a nosotros mismos, porque buscador, buscado y búsqueda son una sola y misma cosa.
La Verdad está delante de tus narices.
¡¡¡Respírala!!!
¡¡¡Respírate!!!
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