Ya vimos que no somos el cuerpo, ni lo fuimos ni lo seremos jamás pues tras sus constantes cambios y modificaciones siempre estamos ahí, inamovibles, sintiendo y siendo eternamente iguales más allá de sus condicionamientos e influencias.
Pero tras el cuerpo, y cabalgando sobre él, aparece la mente, ese conjunto de pensamientos constantes que siempre saben qué decir, creer, opinar y decidir para, por supuesto, "nuestro mejor bien".
Decimos "mi mente" como hacemos con multitud de objetos como mi coche, mi casa, mi ropa, es decir, nombrando cosas que poseemos pero que NO SOMOS. La cuestión radica en que a fuerza de repetirse toda una vida se ha encastrado a tal nivel que nos cuesta menos distinguir la piel que su existencia independiente y ajena por completo a nuestro Ser
La mente es egoísta, pretenciosa, y quiere ser siempre la protagonista, la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, y, sí, será capaz de matarte, de hacer que pierdas la vida con tal de ganar ella la gloria, aunque sea caduca, falsa, perecedera, un instante de supuesto éxito que no es nada, nunca lo fue ni jamás lo será.
Conocer sus ardides es abrir las ventanas de la torre del castillo donde estábamos encerrados y comenzar a contemplar la luz y respirar a pleno pulmón el aire limpio ausente de la contaminación que las nubes de pensamientos provocaban.
Es contemplar el sol directamente, sin filtros ni adornos superficiales que jamás lo taparon del todo pero que consiguieron disimularlo a nuestros ojos. Es, en definitiva, quitarse la carga que no nos pertenece y devolverla a su hábitat natural.
Pero, no confundas reconocerla con erradicarla, pues, una vez completamente identificada, deja de ser tirana para convertirse en herramienta a nuestro servicio.
La resolución de la ignorancia es la adquisición o recuperación del conocimiento y éste se consigue con la comprensión. La mente, causante de la mayoría de nuestros males, pasa a ser así la solución a los mismos.
Comprender es analizar, cuestionar, diferenciar y eso ella sabe hacerlo a la perfección.
Así pues, separa y vuelve a unir una vez purificadas tus materias para así realizar la Obra de tu Ser.
Todo está aquí pues todo lo eres ya.
Deja de buscar y comprende.
La duda e incredulidad en esta sencillez, que intentará arrastrarte a la desconfianza, es el único obstáculo a vencer.
Pero ¿Sabes?
La Victoria está garantizada de antemano.
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