Recuerda, no puedes imitar a nadie y ni siquiera deberías desperdiciar un segundo de tu mundo en ese intento. La ilusión es tan múltiple e infinita, que desear parecerte a otro sería como querer vaciar la grandeza e infinitud el mar con el agua que cabe en un dedal.
Mejor plantéate quién es el que te dice que no eres suficiente, que careces de valor, que hay otros mejores, olvidando los peores; quién es el que solo sabe comparar y compararte, ese que sólo tarda una décima de segundo en saltar a la palestra en cualquier conversación que estés manteniendo para, sin escuchar, rebatir de inmediato "al contrario" y elevarte a lo alto del pedestal.
Olvida los demás, sus causas y efectos, sus culpas y reproches y céntrate en Ti, la única realidad que puedes y debes buscar, ese TI que anida en todo a tu alrededor, ese que llevas buscando décadas, siglos, fuera y qué desde dentro siempre te ha estado esperando con llamada suave y dulce como la miel.
Recorriste lugares variados, visitaste museos de lo espiritual, maestros, libros, saberes, métodos y ¿qué encontraste salvo el parche temporal y transitorio que poniéndote el pan delante de la boca luego te lo quitaba?
La Realidad Última está aquí, ahí, en tus mismas narices, esperándote, calmada y atenta, a que dejes de correr y te sientes tranquilamente a cuestionarte, a indagar lo que te han dicho, dicen y te dices, a que escuches en Silencio Pleno lo que eres, lo que sabes, la Plenitud del que busca y percibe, el que Ve tras toda la parafernalia oscura tejida de pura distracción.
Deja de imitar a otros y recuérdate a TI, el que Ve, sin ver, el que Oye sin oír, el que sin identificar conoce todas las identidades que conforman este mundo, tú mundo proyectado por ti como si de una película a la medida se tratase.
Has sido ola, llama, libro escrito por plumas ajenas. Se ahora Océano, Sol, Escribiente de tu verdadera Historia de páginas blancas con renglones rectos.
Deja de imitar a otros y, si quieres imitar, imitate a TI.
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