El mundo es una ilusión tan real que hizo que olvidásemos la grandeza que poseemos y somos a tal grado que ocupa por completo nuestro existir. Sujetos a su embrujo actuamos como autómatas siguiendo las instrucciones que la mente nos da en consonancia a los estímulos con que constantemente somos bombardeados, tanto en lo que de refiere a objetos materiales como a los mentales en forma de pensamientos cargados con deseos y anhelos urgentes de satisfacer.
Pero dejarse atrapar así por la ilusión, compartida por todos, es como caminar por la selva disfrutando de los árboles y aves que la pueblan hasta que de repente te das cuenta que has caído en arenas movedizas que en primer lugar te harán incluso reír pero que poco a poco te atraparán sin piedad y verás que cuanto más te revuelvas en ellas más te sumergirán en su lodo de donde no se te verá ya más y olvidarás lo que eres sin duda alguna.
Revolverse en el barro puede ser hasta divertido pero alegrarse y quedarse a vivir en él conduce irremediablemente a la miseria, al olvido de la realeza, a sustituir la grandeza del palacio por la suciedad de las caballerizas.
Para salir de las arenas movedizas hay que estarse quieto, calmo, en silencio, sin agitación alguna, y agarrar con toda el Alma la cuerda que sin duda alguna se te hará llegar. Así, en total confianza, con ojos, oídos y boca bien cerrados serás como Ulises que atado al mástil del barco pudo resistir los cantos de las sirenas que, aunque melodiosos, sólo buscaban su perdición.
Confía, agárrate a la cuerda trenzada en finos hilos de oro puro y sal del lodo.
Luego..... Procura no olvidar so pena de volver a caer, esta vez sí perdido para siempre
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