Llevamos toda la vida jugando un juego del
que nos contaron cómo funciona, cuáles son sus reglas y en qué dirección
podemos desplazar la ficha que dicen que somos. Una partida inacabable jugada
sobre cenizas que obstruyen el verdadero fuego que anida bajo ellas, que
disimulan el tablero haciéndole parecer lo que no es, difuminando los
contornos, obviando la falsedad de la mesa en la que se sustenta.
Cuando en cierto momento te alejas
momentáneamente de la partida y, quizás por primera vez, ves de forma consciente
el juego, los jugadores y las auténticas reglas que dirigen el mismo, te sitúas
de inmediato mas allá del tablero donde se desarrollan las estrategias y
movimientos para intentar ganarlo y un mundo que desconocías, pleno de belleza,
riqueza y posibilidades, se abre ante ti.
En un instante pasas del enfado, o cualquier
otra reacción emocionalmente fuerte e intensa, a la simple, pura y llana pereza,
pues tu campo de visión se amplia de tal forma que no sólo ves todo el juego
sino el lugar donde se desarrolla: tablero, mesa, tierra, galaxia y universo
incluidos, es decir, espacio al fin y al cabo, como el que existe entre las
hojas de un árbol.
Incluso puedes pensar que no es normal ese
cambio tan repentino, que algo raro te está pasando, pero esa trampa de
pensamientos, tejida ante el miedo de verse descubierta, ya no funciona, ni lo volverá a hacer pues ¡¡¡ha
perdido toda su fuerza!!!
No es anormal sino justo todo lo contrario:
ésto es lo absolutamente normal y no lo que hasta ahora sentías: Es absurdo y
terrible pero al mismo tiempo maravilloso. En cierto momento lo conocido se
volvió ignorado, usurpado su puesto por un parasito completamente ajeno a
nosotros, y ahora, cuando regresa, lo sientes como extraño, algo raro que no
entiendes cómo podía haberte mantenido esclavizado tanto tiempo. Pero sólo con
insistir en ese darse cuenta, en esa sensación de pereza ante lo que hasta
ahora parecía constituir tu realidad, recuperará su sito con tal fuerza,
intensidad y poder que ya jamás podrás volver a lo anterior, ni querrás….
Descubrirás tantas trampas, tantos
fenómenos ilusorios, tantas cosas a las que se le otorgó la importancia que
jamás tuvieron que te sentirás cuestionado hasta el último átomo de la que creías
era tu existencia.
La cantidad de energía desperdiciada es
enorme en ese viaje y, una vez liberada y reconducida, se convierte en una
reserva increíble para que la Vida se manifieste en todo su esplendor.
Ahonda con naturalidad, descubre el engaño en que vivías, y
disfruta del juego sin reglas, sin normas, sin enfados ni tristezas, sin
alegrías ni penas, cosas todas ellas simples objetos pertenecientes al cuerpo
pero que nunca fueron TU.
Cuando no hay nadie en casa todo, absolutamente todo está
bien.
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