Cuando escudriñas poco a poco la realidad aparente que crees
ser, comienzas a descubrir el increíble armazón sobre el que se sustenta la
obra del sueño en el que vives, sus focos, el escenario, los personajes y sobre
todo el guión que preside todo, la elaboración de historias que a fuerza de
reinterpretarlas una y otra vez acaban convirtiendo sueño en realidad,
confundiendo el personaje con el actor, y la esencia con la forma.
Todo lo cambiante es ilusorio, todo lo que se mueve
constantemente entre el ayer y el mañana es puro artificio que tan sólo intenta
hacer que evitemos el presente donde todo YA ES.
Así, a poco que nos fijemos e indaguemos en nuestra mente,
en sus pensamientos veremos que los que predominan son esos que te incitan a la
acción, como si uno fuese el hacedor de su propia realidad. Son esos “Tengo
que” y sus compañeros los “Debo de”.
Tengo que hacer tal o cual cosa, decirle o quitarle a quien sea.
Debo de ser mejor, peor, más fuerte, menos débil, más
simpático, mejor persona….
Es decir, parten de un mensaje anclado en el ayer que no
existe y de inmediato, sin transición alguna, te llevan a un futuro posible
pero que acaba tomándose como realidad absoluta, como un mandato imperativo que
no se puede ni debe rechazar. Pero… ¿Cuándo alguno de esos tengo o debo ha
tenido razón? ¿Cuándo han sucedido tal y como te vaticinaban?
El tiempo es relativo y transcurre más o menos deprisa según
el grado de placer o dolor que la situación vivida produzca. Nadie se fijaría
en alguien que mintiese constantemente y sin embargo colocamos nuestra barca en
el río temporal sabiendo que sus mentiras acabarán lanzándonos a una cascada de
caída infinita al pozo de la plena oscuridad.
Lo Eterno no conoce de alternativas, no se mueve entre polos
dispares y opuestos, no puede saber de tiempo, de minutos o de horas, ni siquiera
de segundos infinitesimales porque siempre ES exactamente lo mismo.
Mira hacia atrás, recuerda hasta donde puedas tu etapa de niñez ¿acaso no eras ya plenamente consciente sin que hiciesen falta horas o minutos, mejores o peores? Todo estaba ya allí, YA ERAS. Y hoy, aquí, ahora, SIGUES SIENDO, sin más. El cuerpo tiene sus necesidades de mantenimiento pero TU NO, porque no eres este cuerpo, porque, aun cuando envejece, tu sigues sintiéndote eternamente joven ahí dentro, sea cual sea ese "ahí dentro", ese lugar idílico, ese paraíso que no sabemos bien donde terminar de ubicar.
Mira hacia atrás, recuerda hasta donde puedas tu etapa de niñez ¿acaso no eras ya plenamente consciente sin que hiciesen falta horas o minutos, mejores o peores? Todo estaba ya allí, YA ERAS. Y hoy, aquí, ahora, SIGUES SIENDO, sin más. El cuerpo tiene sus necesidades de mantenimiento pero TU NO, porque no eres este cuerpo, porque, aun cuando envejece, tu sigues sintiéndote eternamente joven ahí dentro, sea cual sea ese "ahí dentro", ese lugar idílico, ese paraíso que no sabemos bien donde terminar de ubicar.
La Presencia que se Es no puede moverse jamás entre dos
polos, porque es pura y simple percepción anterior al flujo mental, es innacida,
no como esos Tengo y Debo que intentan pobremente usurparla y que tienen sus horas de vida ya contadas de antemano.
La próxima vez que te sorprendas con un “Tengo que..”
detente un momento y obsérvalo, analízalo, mira si es así como te sugiere y
pregúntate quién es el que tiene que o debe de hacer, pensar, realizar o evitar
algo.
No te prometo fuegos artificiales pero sí que descubrirás la
falacia en la que vives, pues la mente, que es un objeto cambiante, no puede
jamás analizar, sostener o escudriñar lo que no es objeto, lo eterno, lo imperecedero,
lo inmutable.
No hay nadie que desee experiencias artificiales y
artificiosas, pues nadie las pide, y, quien lo hace aparentemente en ti y en tu
nombre, no es de fiar.
No te dejes engañes ya más.
Sal del sueño.
Despierta una vez y seguirás despertando constantemente de
tantos sueños como horas, minutos y segundos crees haber vivido.
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